Pasado ese momento de
búsqueda y encuentro, tomadas las fotos necesarias (por aquello de que no duden
[como un tal Mauricio] de nuestro punto de partida) y habiendo sentido la
fuerza que nos empujaba a pedalear, pusimos proa a la conquista del Altino. Cruzamos
el mítico Danubio y más adelante, otro curso de agua, el Zusam. Poco después de
las cuatro de la tarde, apareció Mertingen en el camino, un burgo apacible de
apenas cuatro mil almas. Seguido de Mertingen, que es la cabecera del municipio
del mismo nombre, atravesamos otro pueblito, y en el cual puede encontrarse una
borne romana: Druisheim. No apareció el meilenstein, pero descubrimos la
quietud del Schmutter corriendo en la misma dirección que nosotros. En las
afueras de Druisheim, una propiedad enorme semejando un castillo bávaro, que se
anunciaba como Gut Schwaighof, no era otra cosa que un parque floral y un
acaballadero, y más allá, detrás del dominio boscoso, una iglesia de la cual
solo sus torres emergían entre el verde y el cielo despejado de nubes. ©VCAweg2012
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