Llegados a Ostendorf, -que viene siendo una granja atada a
Meitingen, y no viendo señales de una “zimmer frei”, ni cosa parecida, seguimos
el trazado de nuestro mapa y pedaleamos en dirección al Lech. Allí el río se
dota de un canal o brazo muerto, lo cruzamos y del otro lado apareció el
arenado río, que bordeamos hasta la altura de Meitingen, una pequeña ciudad
anexada en 1803 al reino de Baviera. Del río al canal, que nuevamente cruzamos,
el trecho era mucho más ancho, y el camino nos condujo hasta un barrio nuevo
con casas en construcción pero ya habitadas. Un vecino nos indicó cómo llegar
al centro, en cuya calle principal encontraríamos algún sitio para alojarnos. Y
en efecto, aterrizamos en el hotel de la posta (Gasthof “Neue Post”).
Bicicletas al garaje y bicicleteros a una pausa y a comer. No tardamos en salir
a la calle en busca de un sitio para cenar. El atardecer comenzaba a declinar
en prematura noche. Sitios no había muchos y echamos ancla en un café con
terraza a la entrada, sala interior y sala en altos; los atablados, esa clase
de gente “branchée” que tienen los pueblos pequeños, y que salen a tomar y
cenar la noche del viernes. Nos atablamos en la terraza y cuando nos trajeron
el pedido, la noche se había enfriado y pedimos una mesa interior. El café
estaba atestado y con suerte nos encontraron sitio en la cancha de sillas
altas. Meitingen me pareció aburrida y la fatiga del viaje no me inspiró hacer
una promenade nocturna por su centro. Ni tan siquiera el lugarteniente W mostró
sus impulsos nocturnos de búsqueda de un helado cremoso. Los pies reconocieron
el camino de vuelta al gasthof y quedó sellada la primera etapa de nuestro
itinerario romano por la calzada imperial. ©VCAweg2012
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