Burggen era
bien paso obligado en el camino, pero fue la casualidad de pasar por el sitio, el
domingo 9 de septiembre, en el fin de semana que dedican los habitantes de
Burggen a la fiesta del caballo, en la cual participan cientos de caballos,
potros y alazanes, numerosos tiros de bestias y toda la gente vestida a la
usanza bávara, hombres, mujeres y niños, ancianos y jóvenes. Aquello me
pareció, o nos pareció un gran decorado con vistas a una película, sin
nosotros, evidentemente. Y por qué no, disfrutar también nosotros de la fiesta
del caballo? Aparcamos las bicicletas en un recodo y nos dirigimos a la tienda
de campaña donde estaba instalado el servicio de restauración, pura cocina
bávara, como la cerveza y la bebida a base de manzanas. Luego nos instalamos en
otra tienda donde se sentaban los comensales para comer y desde sus puestos
disfrutar las diferentes competencias. Los hombres bebían sin límites y las
mujeres le traían platos y más cervezas. Los niños jugaban y gritaban
enfundados en sus shorts bávaros y sus camisas blancas dejando ver los tirantes
verdes bordados. Las muchachas con sus trajes que le ceñían el busto, ayudaban
en el servicio yendo a una y otra tienda, sonrientes, sonriendo a los mozos
también buenos bebedores, comilones y atentos a las pruebas por las que pasaban
caballos y propietarios. Una vez comidos, “barriga llena corazón contento”, y
viendo la hora que avanzaba, recuperamos nuestras bicicletas, miramos el mapa y
emprendimos de nuevo el camino. ©VCAweg2012
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