Pero además
del olor de las coníferas, llegaba hasta nosotros el frescor húmedo del Lech,
que sigue atravesando la región, y regala matices verdeazules, el Lech
salpicado de patos y los pinos de ardillas. En las orillas del Lech, los
rivereños encuentran su pedazo de playa. Para llegar al río, solos, con perro o
en familia, la gente se desplaza en bicicleta. El Lech azula el paisaje verde y
da nombre a los sitios.
El cartel
indica que estamos entrando a Lechbruck am See. Un camping enorme aparece en el
camino. Se llama Vía Claudia y a la entrada está izado el pabellón alemán. La
iglesia blanca y gris deja ver su torre campanario. Un edificio enorme para un
minúsculo pueblo. En medio de un prado ocupado por vacas, otra iglesia, y una
capilla a orillas del camino. Dios tiene el monopolio de templos e iglesias por
estos lugares. Pero no vemos un alma, ni en el camino, ni en las casas, y
tampoco en las iglesias, porque siempre están cerradas. Estamos a una hora de Roßhaupten. Y si tenemos suerte a lo
mejor volvemos a encontrar otro meilenstein de la calzada original. Para
no perder la costumbre, hacemos una pausa en una capillita pulcra tanto al
exterior como al interior. El santo que la patrona, lleva la cruz en una mano y
una vara en la otra, y a sus pies un perro verde con cara de lobo nos mira
enseñando sus fauces. Salimos de la capilla intimidados por el animal, y con un
objetivo en el pedaleo: descubrir la próxima borne con la inscripción de la
vía. ©VCAweg2012
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