domingo, 9 de septiembre de 2012

Füssen (Foetibus)

La tercera etapa en el pedaleo siguiendo la calzada romana Claudia-Augusta tiene un final citadino. Antigua ciudad imperial, Füssen aparece a pocos minutos de haber dejado el lago. La ciudad nos vio pasar cuando pedaleamos entre Bodensee y Königssee:
Justo una travesía, pero no una etapa:

La ciudad es hermosa. Llegamos al final de la tarde, cuando el sol dilata los colores pasteles de las fachadas de los edificios. La primera cosa a hacer llegando, buscar refugio para pasar la noche. Füssen, aunque corría septiembre, no se vaciaba de turistas, y es que la antigua Foetibus además de tener el privilegio de estar bañada por el Lech, y a orillas del lago Forggen, la atraviesa la ruta Romántica y evidentemente, está situada en el eje de la Vía Claudia Augusta, al sur de Augsburg. Hoteles completos, o demasiado caros para una simple etapa de descanso y avituallamiento. Luego de un recorrido por el centro, y algo decepcionados por no encontrar alojo, volvimos a la carga y en un recodo, apenas a cien metros de la calle comercial principal, descubrimos un Gasthof. Elie se encargó de la gestión mientras yo me entendía con las dos bicicletas. Tuvimos suerte a esa hora de la tarde. El Gasthof Krone tenía habitación y hasta sitio para las bicicletas. Mentalmente el reposo comenzaba después de una jornada de casi ochenta kilómetros. Pasearse por el casco viejo de la ciudad equivale a viajar atrás en el tiempo. Los frontones medievales de sus edificios, los típicos carteles comerciales, las vírgenes en sus urnas y las contraventanas, llaman poderosamente la atención. Las imágenes de la ciudad cuyo blasón evoca su posición a los pies del monte Tegel, de 1870 m de altura, les dará una idea de Füssen y hasta empujará a muchos a llegar a ella. ©VCAweg2012 

Velas blancas, silencio lacustre, Forggensee

No lejos de Roßhaupten, el paisaje se convierte en tarjeta postal. Un lago apacible, el Forggen, manchado de velas blancas que la brisa hace temblar. La luz que reflejan las aguas del lago, saltan a la roca escarpada de las montañas del fondo y derraman su esplendor por todo el territorio lacustre. Un paisano ara un campo con su máquina alada por un tractor. Los pájaros forman algarabía mientras se deleitan con gusanos e insectos aturdidos por los dientes de la máquina que remueven la tierra y que facilitan la tarea a las aves. Las orillas del Forggensee tienen aires de playa y muchos toman el sol tendidos en sus toallas estiradas sobre el césped. El lago tiene un embarcadero. Los mástiles desnudos claquetean empujados por la brisa. Dietringen es un balneario donde los habitantes de Fussen vienen a desconectar del ajetreo citadino. Es apacible, la brisa aligera el calor estival y sus aguas frescas invitan a la bañada. También a orillas del lago se alza Osterreinen, con su pontón en madera, me recuerda los pontones de Ganuza y El Salto. On est toujours encré dans les souvenirs d’antan. Por esta rivera, el terreno es valonado con senderos que bajan al lago, y como por arte de magia bávara, desaparecen y reaparecen. ©VCAweg2012 

Otro hito de la antigua calzada romana


El meilenstein está colocado a la vera del camino. Salta a la vista, por su color arena en medio de la hierba verde. Elie disfruta el encuentro con las bornes de la calzada y hasta se permite una barra de cereales para implorar a Claudio Augusto que acorte la distancia entre la borne y Füssen. El ingeniero me indica hacia las montañas del fondo, troceadas en azules y recortadas sus siluetas con una tijera gigante. Hacia allá vamos, me dice, mira el mapa, hace un cálculo mental, y en un dos por tres ya estamos de nuevo pedaleando. Roßhaupten tiene ese encanto de los pueblitos bávaros. Pequeños, pulcros, bañados de luz y de verde, vacas pastando, geranios florecidos, y su iglesia como un gigante dormido en su callejuela principal. Blanca, de doble nave con techos rojos y la cúpula de la torre como una cebolla apizarrada. ©VCAweg2012

De Burggen a Roßhaupten pasando por Lechbruck am See


Burggen está rodeada de granjas equinas. Y cuando veo caballos, pienso en mi padre y no puedo evitar el detenerme frente a ellos. Los caballos tienen sus resabios, pero hay que saber hablarles, me dijo siendo yo pequeño, allá por la finca de Manolito Gonzalez a donde me había llevado para enseñarme el potrico que me había regalado. Sin embargo, confieso que le tengo pánico a la patada brutal de un caballo.

El camino serpentea granjas, hermosos prados y a la altura de Dessau entramos en un apacible sub bosque de estilizados pinos que no nos procuraban mucha sombra pero si un olor a corteza, a resina, a pino, hombre, que de eso estaba plantado el sub bosque!

Pero además del olor de las coníferas, llegaba hasta nosotros el frescor húmedo del Lech, que sigue atravesando la región, y regala matices verdeazules, el Lech salpicado de patos y los pinos de ardillas. En las orillas del Lech, los rivereños encuentran su pedazo de playa. Para llegar al río, solos, con perro o en familia, la gente se desplaza en bicicleta. El Lech azula el paisaje verde y da nombre a los sitios.
El cartel indica que estamos entrando a Lechbruck am See. Un camping enorme aparece en el camino. Se llama Vía Claudia y a la entrada está izado el pabellón alemán. La iglesia blanca y gris deja ver su torre campanario. Un edificio enorme para un minúsculo pueblo. En medio de un prado ocupado por vacas, otra iglesia, y una capilla a orillas del camino. Dios tiene el monopolio de templos e iglesias por estos lugares. Pero no vemos un alma, ni en el camino, ni en las casas, y tampoco en las iglesias, porque siempre están cerradas. Estamos a una hora de Roßhaupten. Y si tenemos suerte a lo mejor volvemos a encontrar otro meilenstein de la calzada original. Para no perder la costumbre, hacemos una pausa en una capillita pulcra tanto al exterior como al interior. El santo que la patrona, lleva la cruz en una mano y una vara en la otra, y a sus pies un perro verde con cara de lobo nos mira enseñando sus fauces. Salimos de la capilla intimidados por el animal, y con un objetivo en el pedaleo: descubrir la próxima borne con la inscripción de la vía. ©VCAweg2012

La fiesta del caballo de Burggen (Roostag)

Burggen era bien paso obligado en el camino, pero fue la casualidad de pasar por el sitio, el domingo 9 de septiembre, en el fin de semana que dedican los habitantes de Burggen a la fiesta del caballo, en la cual participan cientos de caballos, potros y alazanes, numerosos tiros de bestias y toda la gente vestida a la usanza bávara, hombres, mujeres y niños, ancianos y jóvenes. Aquello me pareció, o nos pareció un gran decorado con vistas a una película, sin nosotros, evidentemente. Y por qué no, disfrutar también nosotros de la fiesta del caballo? Aparcamos las bicicletas en un recodo y nos dirigimos a la tienda de campaña donde estaba instalado el servicio de restauración, pura cocina bávara, como la cerveza y la bebida a base de manzanas. Luego nos instalamos en otra tienda donde se sentaban los comensales para comer y desde sus puestos disfrutar las diferentes competencias. Los hombres bebían sin límites y las mujeres le traían platos y más cervezas. Los niños jugaban y gritaban enfundados en sus shorts bávaros y sus camisas blancas dejando ver los tirantes verdes bordados. Las muchachas con sus trajes que le ceñían el busto, ayudaban en el servicio yendo a una y otra tienda, sonrientes, sonriendo a los mozos también buenos bebedores, comilones y atentos a las pruebas por las que pasaban caballos y propietarios. Una vez comidos, “barriga llena corazón contento”, y viendo la hora que avanzaba, recuperamos nuestras bicicletas, miramos el mapa y emprendimos de nuevo el camino. ©VCAweg2012

Burggen

Pasada la sorpresa del meilenstein, desaparece el camino original entre prados y campos cultivados a la derecha del Lech, y la flecha nos convida a entrar en los predios de Burggen, un burgo de apenas dos mil habitantes, fundado hacia el 550 de nuestra era. El hecho de estar situado al pie de los montes bávaros, a proximidad del Lech, le ha permitido desarrollar el turismo de marcha y caminata. Llegamos a Burggen con el sol bramando y bañando de latigazos dorados a todo aquello que al descubierto estuviera. Transpirábamos y cuando vimos a unos lugareños bebiendo cervezas que parecían acabadas de sacar de una nevera, salivamos y miramos en derredor. Familias a la sombra de árboles, bebiendo y comiendo, niños saltando, caballos relinchando, el sol aguijoneando a los humanos, y a las bestias también. Nos paramos en seco. Aquello parecía un burgo encantado, de otra época, salvo las botellas de cerveza, nos miramos sorprendidos de caer allí por azar y decidimos mezclarnos al jolgorio de los habitantes y visitantes de Burggen. En Burggen había, en cuestión de monumentos, poco que ver, pero antes de partir hicimos un alto en la vieja iglesia de Santa Ana y en la parroquial de San Esteban.  ©VCAweg2012



Meilenstein entre Schongau y Burggen

Al término del bosque, o más bien, bordeándolo, una enorme granja con caballeriza. Una amazona cabalga delante de nosotros. Cabalga sobre la hierba del prado para aliviar el trote del caballo. La cadencia del trote que hace saltar a la amazona sobre la silla imprime elegancia a la cabalgata. Una vaca allá lejos, absorbida por la buena hierba que rumia, ni cuenta se da que la observamos. Y de repente, una borne señalando que estamos en el camino original, la calzada romana. Buena nueva al final de la mañana! ©VCAweg2012

Schongau

Schongau le debe sus orígenes, allá por el 47 antes de nuestra era, a la calzada romana, sin embargo, fue la ruta de la sal, durante el Medioevo, la que le hizo ganar en prestigio por su mercado, y en la actualidad, es la Ruta Romántica la que condiciona su mercado turístico. Decidimos no entrar a la ciudad, y contornearla por el bosque situado a su izquierda. Desde Schwabniederhofen hemos pedaleado por la calzada original, que se pierde a la altura de Altenstadt y la volvemos a retomar por un barrio del suroeste de Schongau. El tramo boscoso procura frescor y un ritmo de pedaleo con alivio. Hemos perdido nuestras sombras y avanzamos por un tapiz de sombras que se entrecruzan y dibujan gruesas y delgadas rayas. Sombras efímeras como efímero es nuestro pedaleo sobre ellas. De todos los rincones emergen trinos y sonidos propios del bosque. Y para que no falte el toque mágico, montones de mariposas blancas atraviesan la calzada, escurridas entres las ruedas de nuestras bicicletas. Una vez del otro lado del pinar, desaparecen tal como llegaron, dando saltitos en el aire. ©VCAweg2012

Sed de agua fresca

Después de una veintena de minutos por un sendero soleado, llegamos a Hohenfurch y sin agua en las cantimploras. A uno y otro lado del camino, campos cultivados. Mi sombra, y la sombra de Elie, a nuestra izquierda, como un resorte de cartón oscuro. En el zigzagueo, las sombras se imbricaban y perdían el equilibrio. El sol atento al pedaleo. La garganta seca. Granjas y casas. Atravesamos un barrio residencial y pedimos a un lugareño de llenarnos las cantimploras, cosa que gentilmente el muchacho hizo, desapareció por el lateral de la casa y reapareció por la puerta principal. Calmamos la sed y seguimos por la calle pavimentada que nos llevó a Schwabniederhofen. Largo nombre para tan minúsculo pueblito, yo diría un barrio atado a Altenstadt, a su vez ciudad satélite de Schongau. ©VCAweg2012

Römerau & Kinsau

Los verdes se diseminan entre Römerau y Kinsau. Römerau es una granja de crianza. Las vacas miran sorprendidas a su ídolo que ni pedaleando se quita el teléfono de la oreja, y yo les explico a las inocentes lecheras que así son los empresarios de hoy día, administran sus negocios montados en bicicleta y siguen la ruta ayudados por un gps. Una familia pedalea en sentido contrario a nosotros. Las vacas dejan de mugir mientras nos alejamos del prado donde pastan. En otro potrero, caballos. Relinchan, pastan y juegan y dan volteretas en la hierba. La hierba, todavía húmeda. El potrero linda con Kinsau, medio urbano medio rural. Pasamos de largo ante el altarcillo con la figura de San Antonio Abad. Un ligero viento trae el relincho de los caballos. El sendero se estrecha y sigue el ritmo desnivelado del terreno. Lejos en el fondo, las montañas azules, ahora tiernas, como nubes de piedras, ya veremos más adelante, si ese algodón rocoso será tierno con nosotros. ©VCAweg2012