domingo, 9 de septiembre de 2012

Schongau

Schongau le debe sus orígenes, allá por el 47 antes de nuestra era, a la calzada romana, sin embargo, fue la ruta de la sal, durante el Medioevo, la que le hizo ganar en prestigio por su mercado, y en la actualidad, es la Ruta Romántica la que condiciona su mercado turístico. Decidimos no entrar a la ciudad, y contornearla por el bosque situado a su izquierda. Desde Schwabniederhofen hemos pedaleado por la calzada original, que se pierde a la altura de Altenstadt y la volvemos a retomar por un barrio del suroeste de Schongau. El tramo boscoso procura frescor y un ritmo de pedaleo con alivio. Hemos perdido nuestras sombras y avanzamos por un tapiz de sombras que se entrecruzan y dibujan gruesas y delgadas rayas. Sombras efímeras como efímero es nuestro pedaleo sobre ellas. De todos los rincones emergen trinos y sonidos propios del bosque. Y para que no falte el toque mágico, montones de mariposas blancas atraviesan la calzada, escurridas entres las ruedas de nuestras bicicletas. Una vez del otro lado del pinar, desaparecen tal como llegaron, dando saltitos en el aire. ©VCAweg2012

Sed de agua fresca

Después de una veintena de minutos por un sendero soleado, llegamos a Hohenfurch y sin agua en las cantimploras. A uno y otro lado del camino, campos cultivados. Mi sombra, y la sombra de Elie, a nuestra izquierda, como un resorte de cartón oscuro. En el zigzagueo, las sombras se imbricaban y perdían el equilibrio. El sol atento al pedaleo. La garganta seca. Granjas y casas. Atravesamos un barrio residencial y pedimos a un lugareño de llenarnos las cantimploras, cosa que gentilmente el muchacho hizo, desapareció por el lateral de la casa y reapareció por la puerta principal. Calmamos la sed y seguimos por la calle pavimentada que nos llevó a Schwabniederhofen. Largo nombre para tan minúsculo pueblito, yo diría un barrio atado a Altenstadt, a su vez ciudad satélite de Schongau. ©VCAweg2012

Römerau & Kinsau

Los verdes se diseminan entre Römerau y Kinsau. Römerau es una granja de crianza. Las vacas miran sorprendidas a su ídolo que ni pedaleando se quita el teléfono de la oreja, y yo les explico a las inocentes lecheras que así son los empresarios de hoy día, administran sus negocios montados en bicicleta y siguen la ruta ayudados por un gps. Una familia pedalea en sentido contrario a nosotros. Las vacas dejan de mugir mientras nos alejamos del prado donde pastan. En otro potrero, caballos. Relinchan, pastan y juegan y dan volteretas en la hierba. La hierba, todavía húmeda. El potrero linda con Kinsau, medio urbano medio rural. Pasamos de largo ante el altarcillo con la figura de San Antonio Abad. Un ligero viento trae el relincho de los caballos. El sendero se estrecha y sigue el ritmo desnivelado del terreno. Lejos en el fondo, las montañas azules, ahora tiernas, como nubes de piedras, ya veremos más adelante, si ese algodón rocoso será tierno con nosotros. ©VCAweg2012

Sorpresa en Epfach.


A unos kilómetros de Leeder, atravesamos otro pueblo, un pueblo chico o granja grande, muchas veces nos es difícil de calcular la talla del sitio que atravesamos. No obstante, granja o pueblo, la iglesia parroquial se alza espléndida en medio del sitio habitacional. Techo a dos aguas, cubierto de tejas planas, delicado campanario coronado por una discreta cúpula en forma de bulbo, y pintada de blanco con relieves color rosa viejo. Cinco minutos fueron suficientes para atravesar Denklingen. No estamos lejos del Lech, y hacia él nos dirigimos. Más bien, a Epfach, que se levanta en su orilla izquierda, y por donde antaño pasara la romana vía Claudia-Augusta y la ruta de la sal, rutas que la convirtieron en importante nudo vial del sur de la Baviera. Para satisfacción de nosotros, ciclistas de la vía romana, y obsesionados con los hitos de la antigua calzada, en un recodo y a la sombra de un árbol, emerge un meilenstein, que esta vez, aseguro a nuestros lectores, impedí que fuera cargado por mi compañero de ruta. ©VCAweg2012

Leeder

Die faire Milch. Y la abanderada vaca alemana me hizo pensar en un café con leche y tostadas con mantequilla, y allí mismo, entre las patas del animal. Estábamos entrando en Leeder. Serían las ocho de la mañana porque las campanas de la iglesia llamando a misa tocaban a repique. Bonito pueblo, tranquilo, pero menos solitario que los acabados de atravesar desde nuestra salida de Landsberg. En la Hauptstraße descubrimos un comercio abierto, y las vendedoras, dos trigueñas de hermosos ojos turcos, nos recibieron como los dos primeros clientes de la mañana. Acababan de abrir el negocio, mezcla de panadería, dulcería y alimentación general. Qué suerte! Dejamos afuera pastando en la acera, la Gazelle y cuidando de ella a la Gitane. Nos acodamos en una mesa alta y desayunamos de lo lindo y compramos chucherías para el camino en caso de que…, y bien, con la barriga llena y el corazón contento, pedaleamos suavemente, disfrutando de Leeder, que ya comenzaba a animarse, con el visto bueno y la mirada bronceada del león de Baviera echado en la base de un pequeño obelisco erigido a los caídos del pueblo. ©VCAweg2012

Départ sans petit déjeuner


El Hotel del Moro (Gasthof zum Mohren) seguía durmiendo cuando ya nosotros cargábamos las bicicletas, en la cochera que abre por el fondo de la casona. La celadora, una alemana corpulenta y dueña de un perro que además de ladrarnos, nos seguía con la vista y sus fauces abiertas. El desayuno no estaba incluido en el precio de alojo (que nos pareció un poco raro!) y no lo estaba tampoco para el perro guardián que nos vio como tal desde su puesto en una galería del inmueble. Dejamos Landsberg con la bruma matinal envolviendo el Lech, e hicimos el camino de vuelta a Erpfting. En el cruce de caminos vacilamos un poco, y faltos de un tercero que equilibrara nuestras dudas, enrumbamos por la ruta de Elighofer. Elighofen dormitaba cuando atravesamos el pueblito sumido en profundo silencio. En Unterdießen, vacas y terneros pastaban tranquilos en sus prados, y cuando vieron al ciclista de la Gazelle, un coro de mugidos se dejó escuchar en buena parte del lugar. Ufano, el ciclista decidió atravesar potreros y no pedalear por la ruta principal. Por un camino secundario entramos a Oberdießen, cuyo reloj de la torre campanario de la iglesia marcaba las siete y cuarenta de la mañana. En la lejanía, la cúpula rojiza de la parroquia de Asch. Contorneamos el caserío por un potrero, convencidos de que sus habitantes todavía remoloneaban en sus camas y por tanto, el café del pueblo estaría cerrado. El sol subiendo y subiendo, y nosotros sin desayunar. Buen comienzo el de la tercera jornada! ©VCAweg2012





sábado, 8 de septiembre de 2012

Landsberg, ciudad de torres e iglesias…

Torres fueron construidas sin miseria, y hoy forman junto a las innumerables iglesias y edificios públicos y privados, un conjunto patrimonial urbano de inigualable valor arquitectónico. Al caer la tarde, el adiós solar recala en las torres y muros altos de la ciudad. La Prisión de Landsberg, se inscribe en la historia de la ciudad por haber sido el centro penitenciario que albergara a los procesados de Nuremberg, a la caída del III Reich. Construida en 1910, también contó entre sus reos a Adolfo Hitler, que permaneció durante ocho meses en 1924, luego de haber fracasado su putsch de Munich. Es en esta prisión de Landsberg, que Hitler rescribe su Mein Kampf, y aunque el episodio es de talla menor en la República de Weimar, se convierte en uno de los mitos fundadores del régimen nazi. ©VCAweg2012